sábado, 9 de febrero de 2008

A cambio de nada

“Ya no quedan camareros como los de antes” se lamentaba el ex ministro de Agricultura y actual secretario de economía y empleo del partido Popular, Miguel Arias Cañete hace unos días durante la celebración del Foro Cinco Días. Un discurso repleto de estereotipos xenófobos y racistas acompañó su defensa del “contrato de integración” que esta semana anunció el líder de la oposición, Mariano Rajoy y que se aplicará a los inmigrantes que lleguen a España si finalmente el Partido Popular gana las elecciones.
Cañete dio también su explicación al colapso de las urgencias españolas que como no podía ser de otra forma es consecuencia de “ la afluencia de inmigrantes ecuatorianas que descubren que hacerse una mamografía en Ecuador les cuesta el sueldo de nueve meses y aquí les sale gratis y tardan un cuarto de hora”.
Pues lleva razón Arias Cañete, ¡claro que sí! Esto ya no es lo que era, ¡habrase visto!. ¡Vienen a nuestro país, les permitimos que ocupen los trabajos que no queremos y encima pretenden tener papeles y optar a nuestro sistema sanitario!. ¡ncreíble vaya! Con lo bien que marchaba la economía del pelotazo, aquellos gobiernos aznaristas de antaño cuando no eran sino una mancha invisible en nuestra sociedad, trabajando en condiciones ilegales, sin cotizar a la seguridad social, explotados por sus contratantes y con miedo a exigir sus derechos por la amenaza de ser expulsados a sus países. ¿Qué ha sido de aquel inmigrante agradecido, al que se le podía amenazar con denunciarlo si no atendía a las ordenes del ciudadano español de turno?, ¿Qué ha sido del inmigrante que se excuaba por serlo y como manera de conseguir la aprobación de los españoles?. Lleva toda la razón Cañete, resulta ofensivo que todos estos extranjeros sustento de buena parte del crecimiento de la economía española y que ocupan puestos de trabajo que el español rechaza, no tengan formación apenas en cómo servir un café, cuidar a un anciano o limpiar con eficacia la cubertería de plata.
Por esta razón, se hace urgente y necesaria la aplicación de un contrato de integración como el que propone el PP para que individuos como Arias Cañete no vean ultrajada su dignidad de señoritos y no tengan que soportar pedir un café y que el típico panchito o árabe de turno tenga que apuntar su pedido. Un contrato donde el inmigrante se comprometa no sólo a aspectos menores como pagar impuestos y acatar la ley como si de un español decente se tratara (que eso ya lo hacen), si no a cosas realmente importantes como participar y respetar las costumbres típicamente españolas. Suponemos por “costumbres españolas” aspectos como: tomar el aperitivo, ir a la misa del Gallo en nochebuena, no criticar la fiesta nacional, ser del Madrid o del barça y vocear los domingos dentro del bar o conducir con varias copas de más. Por supuesto, el sometimiento a este contrato sólo afectará a inmigrantes pobres, es decir aquellos que vengan a España en busca de una vida mejor. Los ricos y blancos inmigrantes extranjeros que vengan de turismo a España desde Inglaterra, USA, Francia o cualquier país de la Unión Europea con una renta per cápita alta, no tendrán que vérselas con dicho contratito, ya que la decencia y las buenas intenciones se les supone, como el valor a los militares. De igual modo, tampoco los niñatos de buena familia que vengan a España en busca de fiesta veraniega o en Erasmus dando por saco a los vecinos borrachera tras borrachera, vomitando en la calle y buscando bronca deberán firmar contrato alguno, puesto que, tampoco suponen un problema real de convivencia. Problema lo plantean aquellos inmigrantes que consecuencia de alquileres abusivos y salarios de risa se ven en la necesidad de compartir casa con varias familias.
El PP pretende ganar votos de los sectores más ultraderechistas apelando al viejo miedo al extranjero. ¡Qué mejor manera de asegurarse el apoyo popular que echándole la culpa de los males de España al más pobre y al que menos recursos tiene para defenderse!. Debería Mariano Rajoy replantearse la iniciativa calcada del llamado “contrato de acogida e integración” del gobierno Sarkozy, pues la segregación racial y los disturbios acontecidos el pasado mes de noviembre en Paris rémora de los de hace apenas dos años parece indicar que someter, segregar y excluir a la población inmigrante constituye una bomba de relojería que más tarde o más temprano termina estallando, Aunque para entonces, siempre habrá nostálgicos de la España de ayer como Arias Cañete que culparán al extranjero de no ser lo suficientemente agradecido por la caridad plato de comida que España les ofreció. A cambio de nada, por supuesto.