miércoles, 11 de junio de 2008

“Si nosotros paramos, ya veis lo que pasa”



Esta frase corresponde a un piquete de la huelga de camioneros que ya va por el 3º día.
Mi único recuerdo propio de la actividad de los piquetes (el resto corresponde a imágenes, fotos y declaraciones que ofrecen los medios de comunicación), se traslada a la huelga general del 14 de diciembre de 1988, convocada por los dos principales sindicatos y apoyada por el 95% de los trabajadores, ante la reforma del mercado laboral realizada por el gobierno de Felipe González que entre otras cosas abarataba el despido e introducía los contratos temporales para jóvenes. Apenas tendría diez años, pero recuerdo que alrededor de las siete de la mañana entre el silencio y el miedo que se respiraba en la atmósfera de una democracia aún joven y con el reciente recuerdo de un golpe de estado cinco años antes, se empezaron a oír unos gritos procedentes de un grupo de piquetes que paraban a un conductor osado que se había atrevido a coger su coche y lanzarse a la calle. Tres disparos y un correrío de puertas de coche junto al sonido de los motores arrancando fueron lo siguiente.
Supongo que en este caso, una vez más, se trataba de un piquete informativo. No me refiero a los que se acercan a tu coche con octavillas y te animan amablemente a secundar la huelga y apoyarlos mientras te explican las razones por las que se convoca. No, estos son los menos, me refiero a estos que te informan, en plan “o paras, o te llevas una hostia y te quedas sin camión y sin carga”. Este tipo de piquete "informativo" que se planta delante de un camión o de un coche, que insulta a los trabajadores que hacen uso de su legítimo derecho a trabajar y deciden no secundar la huelga. bien porque no estén de acuerdo con lo que se demanda o bien porque considere que no son formas, es el más extendido y el que todos conocemos. El que se mea (con perdón) con su actitud, en la libertad del que tiene enfrente y al que llama compañero antes de colgarse de su ventanilla en marcha o de increparle hasta hacerle perder los nervios al grito de “esquirol”, “hijo de puta" o “cabrón". La figura del piquete, ilegal por cierto, y sobre todo de este tipo de piquete lo único que hace es perjudicar al movimiento obrero porque contribuye a mantener en sus trece a aquellos que no reconocen el derecho a la huelga como un modo legítimo de reivindicar una situación insostenible. Legítimo sí, pero desde la responsabilidad de todos y con todos. No me cabe en la cabeza que las asociaciones que apoyan esta huelga, que forman el 20% del total de transportistas y donde no se encuentran las principales asociaciones , se crean con el derecho de bloquear y boicotear un país, ralentizando el tráfico con sus camiones, taponando la entrada a los más importantes mercados u obligando a otros compañeros a sumarse al paro, con el consiguiente trastorno para el resto de conductores, distribuidores y consumidores. No me imagino a los médicos de familia o de urgencias en sus días de huelga bloqueando el paso a los quirófanos de la gente que necesita ser operada, igual que resultó reprobable que los operarios de limpieza de RENFE ensuciaran con aceite los tornos para presionar en la negociación.
Conste que tengo muy en cuenta que muchos de los camioneros que han parado, se encuentran en una situación muy difícil, el precio del barril de petróleo se ha multiplicado por tres, y los que hasta hace unos años ganaban dinero, ahora ven que lo pierden o que tienen que poner de sus bolsillos. Sin embargo, las reivindicaciones no pueden ser porque sí, ni pueden poner contra las cuerdas a un gobierno, que en este tema poco tiene que ver. No puede ser que Europa nos valga para algunas cosas y para otras no, que pidamos un libre mercado, pero cuando empezamos a perder exijamos una política intervencionista por parte del Estado. Por otro lado, una medida como la que pretenden los transportistas, de fijar un precio minimo para los profesionales provocaría mañana la misma reivindicación con otros colectivos y una legitimación de los métodos empleados. Es verdad que hay que replantearse mucho la dependencia que la distribución tiene del transporte por carretera, y ahí es donde hay que exigirle al gobierno, pero lo que no se puede consentir es que una minoría tenga en jaque a un país, intimide a los trabajadores y perjudique a toda una sociedad. En esta ocasión, el gobierno ha puesto en la mesa alrededor de 50 medidas de ayudas fiscales, que por cierto, el resto de trabajadores no tienen, pero aún así los transportistas no aceptan desconvocar el paro.
El gobierno, y más concretamente Interior, debería haber actuado antes, controlando a los descontrolados y a aquellos que sabotean a otros ciudadanos y utilizan la violencia y la sinrazón para obligar a otros trabajadores a secundarles a provocar el caos.
Una actuación que hoy ya llega tarde, y una actuación responsable por parte de las asociaciones convocantes, podrían propablemente haber evitado que esta huelga llevara ya dos víctimas mortales y un camionero herido de gravedad.