miércoles, 25 de noviembre de 2009

25N DIA CONTRA LA VIOLENCIA HACIA LA MUJER

La violencia contra la mujer no es una cuestión doméstica, es una cuestión de género. No es la manifestación de una violencia individual ejercida en el ámbito familiar, sino un tipo de violencia que tiene su origen en los valores asumidos por una sociedad patriarcal que discrimina a la mujer. Sin embargo, cada vez que se reivindica el fin de la violencia de género, surgen voces oportunistas que reclaman apelando a los hombres que según ellos son maltratados en sus hogares ya sea por mujeres o por sus compañeros hombres y que no están bajo la protección de la ley Integral contra la violencia de género.
La violencia doméstica (física, sexual o psicológica) es aquella que pone en peligro la seguridad o bienestar de cualquiera de los miembros de la familia, incluyendo el maltrato infantil. Este tipo de violencia se recoge en el código penal y es aplicable a casos de maltrato de hombre a hombre, mujer a hombre y de mujer a mujer.
La violencia de género fue definida en la IV Conferencia Mundial de las Mujeres celebradas en Beijing en 1995 como la manifestación de las relaciones de poder desiguales entre hombres y mujeres, que ha conducido a la dominación masculina, a la discriminación y a impedir el pleno desarrollo de la mujer. Se produce en mayor o menor medida en todas las sociedades y no existe distinción en cuanto a nivel de ingresos, clase y cultura. El ámbito familiar por ser el lugar donde se desarrollan los roles de género aprendidos a través de la cultura, propicia que se den estas relaciones de poder.
La violencia de género es por tanto, consecuencia de una sociedad patriarcal donde la mujer se encuentra en una posición subordinada respecto al hombre. Esta confusión entre términos se utiliza en ocasiones por desconocimiento y en otras representa la resistencia social y de grupos tradicionalistas a reconocer que el maltrato hacia las mujeres no es como cualquier otro tipo de violencia, sino el reflejo de un sistema de valores que discrimina a las mujeres.
Por eso, para hablar de violencia de género y sobre todo para luchar en su erradicación es fundamental hablar de igualdad y desigualdad. La violencia de género en todas sus manifestaciones (malos tratos, explotación sexual, violación como arma de guerra, tráfico de mujeres, ablación, etc…) es resultado de la situación de desigualdad entre géneros que la cultura, la religión y la lengua se han encargado de perpetuar.
Lograr la igualdad exige un esfuerzo a todos los niveles. Por parte de las instituciones para favorecer la igualdad de oportunidades en todos los ámbitos, y la representatividad y visibilidad de las mujeres en los puestos de poder y de dirección de la sociedad. Pero también exige un importante esfuerzo educativo. Sólo educando en igualdad se conseguirá un cambio en los roles de género tradicionales. Educación en las escuelas, pero también entre los adultos, concienciando para la igualdad, para no repetir y reproducir los errores interiorizados y conseguir una sociedad donde hombres y mujeres tengan las mismas oportunidades, donde el reparto de tareas sea un hecho real, donde la conciliación no sea un tema dirigido principalmente a mujeres porque se asume que el cuidado de los hijos y/o personas dependientes recae sobre ellas y donde el hecho de ser mujer no sea un factor que predisponga a tener una peor calidad de vida y a sufrir cierto tipo de delitos y vejaciones sólo por el hecho de serlo.