miércoles, 9 de diciembre de 2009

Aminatu Haidar


La difícil situación en la que se encuentra la activista saharaui Aminatu Haidar me crea conflictos. Siempre he estado a favor de la causa saharaui y claro está de la defensa de los derechos humanos. Además, siempre he creído que dedicar la propia vida a una causa justa es algo loable y digno de admiración, pero entregar la muerte a una causa, la verdad no me lo parece tanto. Otra cosa es que en la lucha la muerte sobrevenga, pero no que la muerte sea el instrumento y el objetivo en sí mismo. Y aquí es donde surge el problema, porque según he podido leer y escuchar en las decenas de opiniones sobre este tema, si me muestro en contra de la huelga de hambre de Aminatu, o mejor dicho de que las autoridades españolas la dejen morir en un lugar público, porque ella así lo desee si no obtiene sus reivindicaciones, resulta que es que no tengo ni idea del sufrimiento de los saharauis ni del valor y la dignidad que supone la decisión de Haidar. Si por el contrario me muestro a favor, sentiría que estoy utilizando una vida ajena para mi conveniencia, apoyando que alguien muera por una reivindicación. Porque no nos engañemos quien está arriesgando su vida es Haidar, ni uno más de los que defienden y alaban su huelga de hambre.
Vaya por delante que estoy absolutamente en contra del gobierno de Marruecos, independientemente de que coopere con España y la Unión Europea en materia de inmigración y en la lucha contra el integrismo islamista. También lo estoy de China, Cuba, Corea del Norte, Arabia Saudí y de Mugabe entre otros.
Aún así, la situación a la que se ha llegado me parece una locura, si bien la reivindicación de Haidar me parece perfectamente legítima y nadie mejor que ella que ha vivido la represión y las torturas de Marruecos, para hacernos entender la causa saharaui, no comprendo el modo en que se está desarrollando, hoy incluso algunos medios publicaban una carta de los hijos, ambos menores de edad, dirigidas a las autoridades para que ayuden a su madre. El amarillismo empieza a abrirse hueco.
El hecho es que Aminatu sólo acepta un tipo de acuerdo, que pasa porque su pasaporte confiscado por Marruecos, le sea devuelto para poder regresar a su casa y ha rechazado una a una las posibles soluciones ofrecidas desde exteriores. Marruecos se niega y le importa bastante poco que esta señora muera o no. España se ha metido en un berenjenal importante, pero de ahí a que Haidar culpe a España de llevarla hacia la muerte hay un camino largo. La decisión de morir o no, sólo le corresponde a ella, y llegado el caso opino que las autoridades españolas no pueden permitir que alguien se deje morir así . Entiendo y defiendo que uno tiene derecho a decidir sobre su propia vida, pero esto creo yo, pertenece al ámbito privado, es decir, si una persona decide en plenas facultades dejarse morir en su casa o en un hospital, las autoridades no deberían impedirlo, pero Haidar se encuentra en lugar público bajo la responsabilidad de España.
Nadie discute que como país tenemos una responsabilidad histórica con el Sahara, igual que la tienen Naciones Unidas y Europa, pero también la tenemos con los derechos humanos. Si la relación con Marruecos ha de tensarse debería ser para exigir la instauración de una democracia en todo su territorio, no sólo para apoyar la autodeterminación del pueblo saharaui, sino con un verdadero compromiso con la libertad.
Mientras, asistimos a reivindicaciones por parte de diversos colectivos que en su apoyo a Haidar, exigen llevar la presión a Marruecos hasta donde haga falta como si generar un conflicto grave entre España y Marruecos fuera algo sin importancia. Con esto no estoy diciendo que los intereses entre países estén por encima de la vida de las personas, pero no hay que olvidar que en política internacional las decisiones no son inocentes y me niego a creer que no haya posibilidades alternativas.
Si nadie cede, el pueblo saharaui puede perder una importante activista y una familia a su madre. La actualidad sin embargo, es cruel, en unos meses nadie se acordará de Haidar y los que apoyan su huelga de hambre y no admiten la posibilidad de alcanzar algún tipo de acuerdo, mientras despotrican contra el juez y contra las autoridades españolas, volverán a sus vidas, comidas incluidas.

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