martes, 16 de septiembre de 2008

Sobre la Justicia y la libertad

La anunciada modificación del Código Penal, suena cuando menos inquietante. Según lo dicho por el Ministro de Justicia supondrá el endurecimiento de las penas de terroristas reincidentes y delincuentes pedófilos. Con esta reforma, tras el cumplimiento de la pena, el delincuente podrá seguir siendo vigilado durante 20 años y en el caso de los pederastas, éstos tendrán la posibilidad de acogerse a un tratamiento de castración química.
No puedo menos que relacionar este nueva dirección que ha tomado el Gobierno en materia de justicia, sino con la alarma social surgida a partir de casos recientes como el de la tristemente fallecida niña MariLuz y la excarcelación de de Juana Chaos. Me resulta muy inquietante pensar que la justicia a la que nos debemos, en teoría, todos los españoles y aquellos que delincan en territorio español, dirija su proceder atendiendo a los titulares y a las demandas de justicia y venganza de la calle.
No tengo una amplia formación en Derecho Penal y Civil, por eso tampoco me veo en posición de reivindicar un tipo de pena u otra para los delincuentes. Entiendo que esta tarea tan compleja corresponde a quienes han estudiado y profundizado sobre el Derecho y la Justicia, pero según tengo entendido, nuestro código penal es de hecho, de los más severos que existen en Europa, pero aún así garantista con los principios constitucionales y enfocado a la reinserción de los delincuentes.
Sin embargo, estas nuevas medidas se acercan a las ideas de justicia de la ultraderecha, tradicionalmente defensora del endurecimiento de las penas y de una Justicia basada en el revanchismo frente a la reinserción social y la recuperación de los presos.
¿Cómo puede plantearse la posibilidad de continuar vigilando a un preso esté o no arrepentido una vez cumplida su cuenta con la Justicia y la Sociedad? Esta idea va en contra de la propia reinserción, porque una vez pagada su pena, mantiene una presunción de culpabilidad sobre el individuo excarcelado. Seguro que la mayor parte compartimos la idea de que de Juana resulta un tipo despreciable, y nos repatea que además siga empecinado en la necesidad de la lucha armada, pero la Justicia no puede convertirse en el ojo vigilante del “por si acaso, ni en dar respuesta a los visos de venganza de la calle. Vulnerar las libertades y derechos que tanto nos costó conseguir y por los que tanta gente dio su vida, no garantiza más seguridad, más bien al contrario, cada vez damos más poder a las instituciones del Estado, consentimos y justificamos que vulneren nuestra intimidad día a día, permitimos someternos a registros en los aeropuertos cuya normativa ni siquiera conocemos, que escaneen nuestra retina para entrar a ciertos países, que algunos estados puedan pinchar libremente nuestras conversaciones telefónicas a fin de prevenir el terrorismo. Sin embargo, esto nos hace más esclavos, y más débiles frente a las autoridades que desean tenernos vigilados. Aunque no me puedo ni imaginar el sufrimiento de una víctima, intento entender la desazón y la impotencia que pueden sentir las víctimas de un atentado, los padres de MariLuz o cualquier persona víctima de un delito de este tipo. Sin embargo, la Justicia no puede aplicarse ni consensuarse con las tripas y el sentimiento, si no con la razón y un escrupuloso respeto a la libertad y a los derechos humanos con independencia de que se trate de un supuesto honorable ciudadano o del más miserable de los humanos. Los derechos humanos y la libertades civiles no pueden relativizarse.
Probablemente los delincuentes con un trastorno mental comprobado y difícilmente recuperables, como sucede con violadores, o pederastas requieran algún determinado tipo de seguimiento o asistencia especial para evitar en lo posible su reincidencia, pero no podemos apoyarnos en esta necesidad para saltarnos libremente las garantías constitucionales. Resulta peligroso, creo yo, que en algunos foros nuestros políticos empiecen a hablar de la conveniencia de la cadena perpetua para delitos específicos con el objetivo de dar voz y obtener voto, todo sea dicho, a las reivindicaciones viscerales de la calle. Comenzaremos admitiendo la necesidad de vigilar a los presos sospechosos de reincidir, para después justificar el sometimiento a nuestra propia vigilancia.

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