miércoles, 24 de septiembre de 2008

Una vez más ETA

ETA no se entera. Mientras la semana pasada algunos de sus históricos se posicionaban contra el sentido de la lucha armada a través de cartas publicadas en el diario Gara, la banda terrorista nos regalaba un fin de semana de aquello que mejor saben hacer: extender el pánico y el terror. Tras la explosión de varios coches bombas en Victoria y Ondorroa sin víctimas mortales, una tercera explosión en Santoña cumplió con el objetivo de los terroristas. Otro militar a la lista de asesinados por su mafia y otra familia destrozada por la intolerancia. La nueva y joven cúpula de ETA aboga por continuar con su línea de atentados. Cada vez más inseguros e imprecisos debido a su poca experiencia, pero totalmente convencidos de la necesidad de atentar para liberar a Euskadi del estado represor. Pobrecitos. ETA no se entera que nunca podrán ganar, que el estado español y Euskadi no son los mismos que hace 30 años, que por muchos militares, concejales, policías o guardia civiles que maten, lo único que logran con ellos es destrozar familias y sembrar el dolor y el miedo durante unas pocas horas, pero nunca la autodeterminación. ETA y sus dirigentes no se enteran que una idea, la que sea, puede ser legítimamente defendida desde la libertad y la democracia, pero la libertad y democracia de todos, sin que nadie tenga su nuca amenazada sólo por representar a un Estado al que ellos odian.
No sirve ya la excusa de la lucha ni la ideología, ni justificarse acusando al Estado de represor. Cada vez me convence más la idea de que los etarras que van quedando matan por necesidad de sangre, porque hoy día no hay ninguna idea política que necesite de las armas para ser defendida. Por eso, incapaces de defender sus ideas en la vida política, de enfrentarse al estado a través del parlamento vasco, acuden a la lucha armada como una forma de dar rienda suelta a sus frustraciones. El terrorista ya no es visto por los vascos como un activista político que lucha contra la represión de un pueblo ante el Estado, sino como un individuo falto de ideas y sed de sangre que arrastra con sus bombas al pueblo que cree liberar.

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