martes, 11 de septiembre de 2007

Oigo algo

Son las seis y cuarto, ya es tarde. Normalmente él llega sobre las seis menos cinco. Siempre la misma rutina: primero oigo el golpeteo de su llavero contra el cristal del portal al abrir la puerta, luego sus pasos firmes sobre los dieciocho escalones que conducen al primer piso, después como limpia sus pies en la alfombrilla y a continuación, su llave introduciéndose con precisión en nuestra cerradura. Pero hoy se retrasa, qué extraño. Ahí esta, escucho chirriar la vieja puerta del edificio al abrirse, después unos pasos rápidos por los escalones. No, son los niños que viven un piso más arriba. Oigo como pasan corriendo frente a mi apartamento arrastrando sus pesadas carteras por el suelo. Ahora escucho el ruido de unas llaves golpeándose entre sí, como si alguien jugara con ellas, mientras unas pisadas cortas y agudas suben cada escalón, clock, clock, tampoco es él, son los zapatos de tacón de la vecina del piso de enfrente. Un momento, otro ruido, como arañazos, seguro que es el gato siamés del arquitecto del cuarto afilando otra vez sus uñas contra mi puerta. Siempre lo mismo, tendré que subir más tarde a quejarme nuevamente a su dueño. Ya se ha ido, ahora sólo silencio. Es extraño, ya son las seis y veinticinco y aún no está aquí. Él nunca se retrasa y si lo va a hacer siempre llama para avisarme porque sabe que cada tarde espero su llavero golpeando contra el cristal del portal, sus pasos firmes sobre los dieciocho escalones, sus pies limpiándose en la alfombrilla y su llave introduciéndose limpiamente en nuestra cerradura. Espera, oigo algo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buen relato,exquista descripción.Felicidades!